martes, 14 de febrero de 2017

Berlinale (I)

El Festival Internacional de Cine de Berlín, conocido como la Berlinale, como todos los años tiene lugar en los fríos días de invierno en la capital alemana. Nada más delicioso que protegerse de las bajas temperaturas dentro de una cómoda y caliente sala de cine. Más de 400 películas son mostradas durante el festival, en distintas secciones o categorías. La más cotizada es sin lugar a dudas la sección Competición, que incluye aquellas películas que concursan por el Oso de Oro, el máximo galardón del Festival. Este año compiten autores de gran renombre como Aki Kaurismäki (director finlandés premiado en Cannes por "El hombre sin pasado"), Volker Schlöndorff (integrante del New German Cinema y ganador en Cannes y del Oscar por "El tambor de hojalata") y Sally Potter (directora experimental de películas como "Orlando"). Otras secciones las conforman Panorama (cine independiente), Berlinale Special (donde se estrenan nuevas producciones internacionales y se homenajean a personalidades del cine) y Retrospectiva, que este año estuvo dedicado al género de las distopías en la ciencia ficción. También están las películas presentadas fuera de competición, entre las cuales este año destacan "Logan" y "Trainspotting 2".

La carrera por las entradas de cine empezó el 6 de febrero, tres días antes de la inauguración del Festival. Ese lunes el primer contingente de entradas se puso a la venta. Sólo una cantidad limitada de tickets está disponible a través de internet. El mayor volumen de entradas es vendido en Potsdamer Platz, donde los fanáticos del cine acampan durante días para conseguir los codiciados puestos para las première. Pese a las dificultades, conseguí entradas para 7 películas distintas. En este post hablaré de las que ya he visto:





Félicité: participante en la Competición por el Oso de Oro y dirigida por Alain Gomis, trata la historia de una cantante en Kinshasa cuyo hijo sufre un accidente y es recluido en un hospital. Los diálogos del film son en Lingala, idioma del Congo, en el cual se pueden reconocer alguna que otra palabra tomada del francés (el Congo era una colonia belga) pero la historia es universal. Si bien la primera parte de la película recuerda a "Two Days, One Night" de los hermanos Dardenne, por la fiereza de sus protagonistas en luchar por su existencia, "Félicité" abandona por instantes el naturalismo y nos muestra, por ejemplo, interpretaciones de música clásica a cargo de la Filarmónica de Kinshasa, que no resultan discordantes sino más bien nos muestran que, en medio del caos de la capital congoleña, existe un soplo de belleza. Esa nobleza, dignidad y coraje se reflejan entonces en el rostro de Félicité, encarnado por la actriz Véro Tshanda Beya, cuya actuación es una de las sorpresas más gratas de la película. A pesar de que no es una actriz profesional, Beya sabe captar la fortaleza del personaje y en escenas donde quizás una actriz más experimentada hubiese derrochado emociones, ella las contiene, las administra y observa: su mirada dice más que sus gestos.




Spoor: participante en la Competición por el Oso de Oro y dirigida por la veterana directora polaca Agnieszka Holland (entre sus filmes más famosos están "Europa, Europa" y "In Darkness"), es lo que se puede llamar un eco-thriller. En una comunidad rural de Polonia comienzan a ocurrir hechos extraños: mascotas que desaparecen, asesinatos, crímenes que al parecer son cometidos por animales. El carácter principal, Duszejko, interpretado por Agnieszka Mandat, se enfrenta a una sociedad dominada por hombres corruptos, cómplices, cazadores y carnívoros. Extrapolando la famosa frase de Borges: toda buena película contiene dentro de sí su antipelícula. Hay muchos momentos en "Spoor" que nos hacen dudar de nuestra relación con la protagonista: ¿es su pasión por los animales realmente una causa legítima o es una insensatez? El espectador recordará el momento en que Boros, un entomólogo checo interpretado por Miroslav Krobot, nos habla del holocausto que ocurre cada vez que se tala un árbol y mueren los miles de larvas de insectos que viven dentro del tronco: es una escena muy provocadora, sobre todo en un festival en Berlín, donde la palabra holocausto tiene tanto peso y donde hay tantos veganos que pueden resultar ofendidos. Así que el espectador es enfrentado con problemas éticos durante toda la película. Compárese "Spoor" con "The White Ribbon" de Haneke: en ambas películas, las muertes o sucesos parecen obedecer a una especie de justicia divina, un ente por encima de los protagonistas. Todorov nos decía que el verdadero relato fantástico es ambiguo: la verdad nunca se descubre y el misterio persiste una vez culminada la historia. "Spoor" no cumple con esta regla y la solución del misterio nos es presentada, si bien no de manera torpe, sí de manera predecible.




Dream Boat: documental participante de la sección Panorama y dirigido por Tristan Ferland Milewski. Una de las películas sin lugar a dudas favoritas para llevarse algún Teddy (premio otorgado en la Berlinale para aquellas películas de temática LGBT), es un documental centrado en torno a la experiencia de un puñado de pasajeros a bordo de un crucero gay en el Mediterráneo. La película no es sólo una mirada antropológica al universo del turismo gay en Europa, sino un viaje a lo más profundo de las emociones de estos pasajeros que, a pesar de estar rodeados de posibilidades de placer inmediatas se encuentran, a fin de cuentas, solitarios. Los protagonistas son muy variados: Marek, un chico polaco con sentimientos de culpa y conflictos emocionales, que quiere ser aceptado por su esencia y no por su cuerpo; Philippe, postrado en silla de ruedas, que nos transmite que la vida sigue pese a las dificultades; Ramzi, palestino nacionalizado belga, que disfruta de la libertad que le ofrece el crucero. Sin lugar a dudas el más simpático es Dipankar, un hindú que trabaja en Dubai y cuyo físico dista mucho del ideal que se venera en el mundo gay. Un documental muy honesto y muy divertido.



La Reina de España: proyectada dentro de la sección Berlinale Special Gala y dirigida por Fernando Trueba (mismo director de "Belle Epoque"). La película llega a Berlín habiendo sido ya estrenada en España y envuelta en la polémica que generaron las palabras de su director, al éste afirmar que en ningún momento de su vida se había sentido español. Muchas personas llamaron al boicot de la película ante lo que parecía ser un acto de antipatriotismo y la película ha tenido muchas pérdidas en suelo español, con la esperanza de que su estreno a nivel internacional recupere la inversión hecha. Tras ver la película, puedo garantizar que no hay película ni director más españoles, si es que la españolidad existe. "La Reina de España" está cargada de lugares comunes de comedias españolas: chistes en torno al sexo, a las clases sociales, al estado de la economía y a la política, todos soltados con el desparpajo de estos queridos personajes que los cinéfilos reconocemos de directores como Almodóvar y el propio Trueba. Por supuesto que LO español no existe, ya que España no hay una sola: resulta que dentro de su territorio hay vascos y catalanes, gallegos y andaluces. España fue el país de Cervantes pero también de Torquemada. Sentirse español, y a la larga, sentirse perteneciente a  cualquier país, es un oficio peligroso, poco distante del nacionalismo y sus cegueras. Siempre recuerdo la frase de Manuel Caballero, historiador venezolano: no es uno quien tiene que sentirse orgulloso de su país, sino el país sentirse orgulloso de uno. Pero más allá de las polémicas, "La Reina de España" es una película ligera y aunque algunos de los chistes parecen ser extraídos de una película de los hermanos Farrelly, hay que recordar que hacer comedia es uno de los artes más difíciles que hay. El momento inolvidable de la película es el diálogo entre Macarena Granada (Penélope Cruz) y Francisco Franco: aquellos que reconocieron la urgencia actual de una bofetada al fascismo aplaudieron en la sala. Me temo que el aplauso fue más tímido de lo que esperé.